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El soldado Rangel entregó la bolsa y la vida

artilleriavzla01@hotmail.com por artilleriavzla01@hotmail.com
julio 24, 2025
en Sin categoría
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A punto de cumplirse ocho años de la desaparición de su hermano, una frase sigue retumbando en la memoria de Darling Rangel Roa: “Si no entrego el bolso, me van a matar”. Esas fueron las últimas palabras que oyó de Marcos Yoseth Rangel Roa, minutos antes de que este saliera de su casa, en el sector Moyano, parte baja de El Palotal, una aldea al este de San Antonio del Táchira. }

Marcos Rangel nunca volvió.

“Fue el sábado 16 de junio de 2017, a las nueve de la noche. Tras una discusión que se presentó en la casa y llegó a unos tonos un poco altos, él salió de la casa en compañía de otro compañero con el que estaba prestando servicio militar en ese entonces”, relató Darling Rangel en entrevista concedida en el barrio Ocumare de San Antonio del Táchira.

Darling Rangel, de 31 años, detalló que su hermano, al igual que el joven que lo acompañaba ese sábado, servían entonces como soldados en la Brigada de Infantería Motorizada del Ejército Bolivariano de Venezuela, acantonada en Vega de Aza, estado Táchira. Ambos cursaban un programa para ascender a sargentos. 

Cuando Darling y su madre repasan los hechos que condujeron a la desaparición de Marcos, un detalle les sigue produciendo desconcierto: el día que se fue para jamás volver, el joven estaba de licencia del cuartel, algo muy inusual entonces. Apenas iba a mitad del curso y no solían autorizarle las salidas.

Recuerdan que la única razón que Marcos y su compañero, un chico del Zulia que solo se identificaba como Tony, alegaban para andar de paisanos, era que contaban con la autorización de su superior para hacer una entrega en La Mulata, un poblado al norte de la ciudad de Ureña, ambas limítrofes con Colombia.

Marcos Rangel Roa tenía un teléfono celular que le había prestado su madre y con el que mantenía constante contacto con su superior ese sábado, 16 de junio. “Nosotras vimos rara la situación y, cuando le preguntamos sobre el contenido del bolso, dijo que era ropa sucia, lo que nos pareció todavía más extraño, ya que no la sacó para que mi mamá la lavara”, algo que habría sido lo natural, según Darling Rangel.

 

El soldado Marcos Rangel Roa con parte de su grupo del Ejército venezolano apostado en Vega de Aza, estado Táchira, poco antes de desaparecer en 2017. Crédito: Cortesía familia Rangel Roa

La duda animó a las dos mujeres a entrometerse. Aprovecharon que los jóvenes habían salido a realizar otra diligencia que su superior les había ordenado en La Parada (una localidad colombiana situada a escasos metros del Puente Internacional Simón Bolívar, sobre el río Táchira) y revisaron el bolso. De inmediato, la sorpresa y la angustia las invadieron por lo que consiguieron: más de 32 cartuchos, municiones de fusiles de asalto AK-47, y cinco granadas.

Darling Rangel pudo identificar la naturaleza de los pertrechos “porque en ese momento yo también era militar, pero de la Marina”.

A la curiosidad le siguió la preocupación: madre y hermana entendieron enseguida que su pariente estaba involucrado en algo irregular y, quizás, peligroso. Decidieron encarar a Marcos y Tony con el hallazgo. Así lo hicieron al regresar los muchachos. Fue el detonante de una discusión airada y, a ratos, dramática. “Mi madre dijo que iba a informar a las autoridades lo que había visto en ese bolso”, algo que, en definitiva, nunca hizo. Pero de cualquier manera la reacción de Marcos fue de mucha molestia, según su hermana. En ese momento dejó claro que, si no entregaba la encomienda, lo iban a matar. “Lo dijo entre lágrimas y sulfurado”, rememoró Darling, como si tuviera la escena frente a ella otra vez. Luego, “Marcos tomó el bolso y se fue con su compañero. Era de noche”.

Antes de que el joven se retirara, siempre según el relato de Darling Rangel, su madre logró agarrar el teléfono celular que Marcos estaba empleando para comunicarse con su superior y echarle un vistazo; cierto derecho la asistía, porque el equipo era originalmente de ella. “En ese momento seguían llegando mensajes del militar superior. Escribía usando preguntas como: ‘¿ya entregaste el paquete?’ o ‘¿ya saliste?’”.

Todavía hoy, las parientes sobrevivientes de Marcos Rangel Roa se preguntan cómo los dos muchachos se podían disponer a llegar hasta la frontera colombovenezolana, un área, entonces como ahora, de intensa actividad militar y de inteligencia, con un paquete de armas a cuestas, lo que sugiere que los dos soldados daban por sentada alguna complicidad o garantía oficial: “Llegamos a pensar que más militares sabían de esto, que había más gente implicada”, insistió Darling en su conversación con el reportero..

El sábado funesto de la desaparición de Marcos Rangel correspondía al fin de semana del Día del Padre en Venezuela. Cuando se acercaba la celebración y solo habían transcurrido algunas horas de la partida de Marcos, de la que aún no sabían sería final, las dos mujeres se enteraron por una vecina de El Palotal, conocida por la familia, que Marcos había pasado por su casa y luego había seguido camino a un club conocido como La Hacienda, donde habría ingerido alcohol y “armó un escándalo”. Entonces un grupo de hombres habría entrado al lugar y se los llevaron, a él y a Tony, hasta La Mulata, el previsto destino de su encomienda.

El relato de la vecina venía aderezado con un nerviosismo que “nos hizo deducir que [ella] sabía lo que había en el bolso. Nos sentamos y seguimos hablando. Ella nos reveló que el compañero de mi hermano [el tal ‘Tony‘] se presentó en su casa, cerca de las 11 de la mañana [del día siguiente], enlodado y manifestando que había logrado escapar tras haber sido torturado, pero que Marcos no había logrado salir porque estaba herido en una pierna. Tony le dijo que necesitaba irse de la frontera urgentemente. Ella le permitió que se cambiara de ropa y se fuera”, recordó Darling.

 

Antes de desaparecer, el soldado Rangel Roa y su compañero ‘Tony’ hicieron una diligencia en La Parada un punto fronterizo muy transitado al lado del puente internacional ‘Simón Bolívar’ sobre el río Táchira. Crédito: Armando.info

 

Pistas engañosas

Con las pistas ofrecidas por la vecina como punto de partida, Darling y un primo, agente de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), decidieron ir a La Mulata a seguir la pista. “Mi primo logró un contacto que le aseguró que a mi hermano sí lo tenían en La Mulata y que debíamos dar tres millones de pesos [algo más de 700 dólares a la tasa de cambio actual] para que lo soltaran”, dijo Darling Roa.

Si en la actualidad la suma es difícil de conseguir de un día para otro, en 2017 el esfuerzo para una recolecta semejante era colosal: reran tiempos de la más aguda crisis socioeconómica y humanitaria en Venezuela, que golpeaba especialmente al estado Táchira. Pero la familia se movió, pidió prestado y, en tan solo horas, reunió la cantidad exigida. “Al final, fue mi papá el que se encargó de entregar el dinero. Le dijeron que a mi hermano lo soltarían a la deriva, en el monte. Pero eso nunca pasó, era una estafa”.

En medio de la frustración, Darling Rangel montó en su motocicleta y volvió a La Mulata. En el trayecto, se cruzó con integrantes de La Línea, un grupo irregular pequeño que actúa en el sector y reúne a integrantes de Venezuela y Colombia. Le advirtieron que no siguiera con su búsqueda, pues corría el riesgo de no salir de la zona rural.

El padre de Marcos formalizó la denuncia ante las autoridades y fue al cuartel del Ejército donde su hijo soldado se estaba preparando para ascender a sargento: “Allá tuvieron el descaro de decirle que Marcos había desertado y que ellos no tenían conocimiento de nada”.

“Pasado el tiempo, seguimos recibiendo visitas de militares que deseaban saber qué había pasado con el teléfono [el celular prestado a Marcos por su madre], pues se trataba de una evidencia que los delataba por los mensajes que tenía. Nosotros lo apagamos para que pensaran que mi hermano se lo había llevado”, revela Darling Rangel, quien además recuerda que otra hermana, la mayor del trío Rangel Roa, entonces también había atendido al llamado a filas y servía en el Ejército, con un rango superior al del Marcos. A raíz del incidente pidió la baja, que por un tiempo no le concedieron y, para colmo, fue objeto de amenazas.

 

Marcos Rangel Roa, en la foto vestido de civil, llegó un fin de semana y desapareció junto con otro compañero del Ejército. El compañero regresó, Marcos no. Crédito: Cortesía familia Rangel Roa.

 

Claves: ‘Tony’ y un teléfono mudo

Dichas amenazas siguieron hasta extenderse a toda la familia Rangel Roa, que tuvo que dispersarse por precaución en distintos puntos de la cercana frontera colombovenezolana.  “Nos daba mucho temor seguir en la misma casa. Todos dejamos de trabajar y empezamos a quedarnos en casas distintas, a movernos de un lugar a otro para no llamar la atención”.

Darling Rangel no duda en sostener que las amenazas provenían del cuartel. ¿Un indicio?  A Tony, el zuliano sobreviviente y que regresó a las filas del Ejército venezolano, “mi hermana decidió abordarlo dentro del batallón para indagar más sobre lo ocurrido y fue entonces el momento en el que se intensificaron las amenazas en contra de ella. Luego a él, como era de esperarse, lo cambiaron de batallón. Mi hermana decía que Tony era el único que realmente podía dar razón de Marcos, pero lograron alejarlo”. Tan fuerte era esta certeza que la otra hermana de los Rangel Roa insistió en contactar a Tony por Facebook. Pero la respuesta que obtuvo fue evasiva, en cierto modo descorazonadora, y traslucía temor. 

“Dijo que no sabía nada, que no querían que lo buscara más por el bienestar tanto de él como de ella”, relata Darling. El joven admitió que también recibía amenazas de muerte dentro de la institución militar y que él vio cuando a Marcos Rangel Roa lo torturaron en La Mulata.

Tres años después de la desaparición de su hermano, en 2020, apareció un hombre que se identificó como El mariachi, integrante de un grupo irregular armado: “Manifestó que tenía información de dónde estaban los restos de mi hermano, asegurando que fue asesinado. Por la información, pidió un millón de pesos”, le avisaron los padres a Darling. Esta, que entonces iba a bordo de un carro oficial, no dudó en pedir al conductor que la llevaran de inmediato a encontrarse con El mariachi en su propia casa. Al llegar, el hombre se mostró incómodo al percatarse de que Darling llegaba en un vehículo institucional.

“Mi papá me dijo que él ya había sufrido mucho y que no quería ir a ningún lugar a ver si se trataba de los restos de su hijo o no. Yo me ofrecí a ir, pues tenía la convicción que podía saber si era o no. Al final, acordé con El mariachi que nos veríamos al día siguiente en mi casa, para salir de ahí hasta el lugar. Lo esperé por varias horas y nunca llegó. A él no lo volví a ver sino hasta tres años después, en 2023”. Fue un encuentro furtivo e intempestivo, en el que no entablaron ningún tipo de conversación, según comenta.

Lo último que la familia supo de Marcos Rangel, señala Darling, fue por una llamada en la que presuntos integrantes de La Línea volvieron a advertir a los parientes que no buscaran más, que Marcos estaba pagando porque su superior no cumplió: “A mi hermano, llegamos a intuir, lo veían como el pupilo de quien envió el cargamento en el bolso”.

Entre tanto, la desaparición de Marcos había tenido el efecto de un big bang en la familia. “Mis padres se separaron, yo me fui a vivir aparte. Mi hermana, huyendo de la persecución, se fue a vivir a Trujillo [otro estado andino en el suroeste de Venezuela]. Mi mamá no salió más de la casa, decidió mantenerse encerrada con la esperanza de que mi hermano regrese».

Cuando desapareció, Marcos Rangel empezaba a formar una familia. Hoy su hija está próxima a cumplir 12 años de edad. “De ella sabemos poco, la mamá se fue a Colombia y no nos permite hablar con ella”, lamenta Darling. Ella, su tía, se quedó con la niña mientras la madre de esta se instalaba en Colombia. Un día la madre regresó y se llevó a la niña al parque. Nunca más las vio, aunque sabe que están en Colombia. “Hemos tratado de contactarla por Facebook. Ella nos ha respondido, envía fotos y luego nos bloquea. Teme que la niña se entere de lo que pasó con su papá o se vea involucrada en algo”.

Darling Rangel calificó la desaparición de su hermano como una tragedia que separó a la familia y dejó muchas interrogantes con nulas respuestas hasta la fecha. Son ocho años de mucho dolor para quienes aún aguardan a Marcos.

La hermana mayor regresó recientemente a la frontera tras varios años de haber vivido en Sabana de Mendoza, entre Valera y La Puerta, en el estado Trujillo. Logró formalizar la baja. 

Pero el misterio de la desaparición de Marcos sigue sin resolver. “El teléfono, cuando intentamos prenderlo, no funcionó. Había pasado varios años apagado”, se aflige Darling.

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